LAS CARTAS
I
El cristal de la luciérnaga
ilumina el tablero circular.
Las cartas son manzanas prohibidas
su revés, un cierto desdén;
su veneno, placer de suicidas
esa lumbre
medida sin medida del azar.
II
Las olas que parten de los ceniceros
extraviadas en el camino de un sol pálido
son amantes mudos, conniventes
del sudor en las axilas.
El jugador es dueño de la certeza
sus dedos mágicos son infalibles
la desgracia es parte de la ceniza
los malos ratos son preludio al triunfo.
Cada baraja tiene su jugador
un soñador custodiado por un ángel
benditas sean las intenciones de las cartas
que pretenden el mundo de un tajo.
III
La tensión del juego
no obnubila a los adolescentes
su triunfo, un as abierto;
la apuesta, el filo de la emoción.
Quien pretenda burlar la ley del azar
disfraza las cartas como a sí mismo.
Ganar puede ser un suicidio
la derrota, un resquemor en la garganta.
La suerte como la justicia es ciega
los adolescentes no miden su ceguera...
del juego como de cualquier crimen
no hay camino de vuelta.
IV
El tahúr es un hombre flaco
o a lo mejor gordo
no hay marca de cigarros como de cartas
que evadan la seducción de sus dedos.
No ejerce el compromiso y olfatea la derrota
en el sudor del adversario.
Pariente de la viuda negra
no envidia su consorte mas ama su devoción.
Su mundo el juego, su dios el azar
no hay Moisés ni mandamientos
no hay razón para la clemencia
y cada baraja la precede su servidumbre.
Norman Muñoz Vargas
Publicado en el número 25 de la
Revista de Poesía Luna Nueva
Tuluá, Julio 1999.