Mi recuerdo a las costureras
que aún persisten en el arte…
Desde la década de los ochentas el jean se apoderó del mercado de los pantalones. Antes era habitual encontrar un grupo de mujeres vestidas con gustos particulares y diversidad, ellas aprendieron de sus madres y abuelas lo que de acuerdo a su físico y personalidad deberían llevar para que fueran admiradas y respetadas. Y sin malinterpretar mis palabras, un jean bien puesto puede lograr ese toque de sensualidad, comodidad y admiración que necesita una mujer en su guardarropa. Aunque, se ha mantenido una férrea posición sobre lo que no se debe usar en determinado lugar o de acuerdo a la ocasión y para una mujer eso es parte de su atractivo y naturaleza.
No obstante, vivimos en el mundo de la información. Estamos cercados constantemente por imágenes estáticas o en movimiento. Desde las revistas, los periódicos, la televisión, el internet y los celulares, la imagen en sí nos enseña el mundo, diría que nos educa para bien o mal. No obstante, todo depende de nosotros mismos, eso dicen, y el saber vestir hace parte de nuestra cotidianidad y aunque los sociólogos digan que eso qué tiene que ver con las desigualdades del mundo, en ciertas culturas los rituales de belleza, de procreación, de seducción y de alimentación son más importantes que otras manifestaciones porque dicen mucho de la esencia de ese pueblo: algo que llaman cultura y otros civilización.
Una mujer es un individuo único y tal vez el ser más sensible, sin embargo, tan manipulable como ella misma lo puede ser lo es el buen vestir y allí entra esa palabra llamada moda, y la moda es un elemento donde se puede maniobrar al gusto de quien lo necesite. Por eso es casi imposible no poder notar aquello que está de moda y por lo tanto tengan algunas mujeres que usarlo obligatoriamente, sabiendo que no es parte de su espíritu llevarlo consigo.
Entonces, encontramos esas mujeres amantes del jean que idolatran esta prenda, claro, a muchas de ellas se les nota con esplendor, pero que tristemente nos recuerdan a un hipotético mundo sin diversidad, igual en todo: color, forma, olor, etc., o algo parecido a esas revistas de la República Popular China de los años setenta.
A dónde se fueron esas mujeres que nos hacían vibrar con sus vestimentas alegres, ricas, sensuales, atrevidas en muchos casos, libres… que visitaban religiosamente a las costureras para que inventaran ese vestido único y alegre que las diferenciasen de las otras, en ciertos casos sus amigas…
El jean es quizá uno de los grandes inventos del siglo XIX, una prenda tan necesaria como práctica. Pero no podemos entrar en un mundo adoctrinado que cierra nuestra libertad individual. El buen vestir puede ser un tema anodino, pero lo vivimos a diario.
Norman Muñoz Vargas
Ars longa, vita brevis